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jueves, 8 de marzo de 2012

WE ARE YOUNG




Al darle un mordisco a un bombón Ferrero Rocher por fin tenía la sensación de que todo iba a salir bien. En ocasiones, cuando nos perdemos en el miedo y la desesperación, en la rutina y la constancia, en la desilusión y la tragedia, habría que dar gracias a Dios por esos bombones. Y, afortunadamente, incluso cuando no hay, puede substituirlos por una mano conocida acariciándonos. O un gesto amable y cariñoso. O un apoyo sútil para respirar la vida. O un abrazo tierno. O unas palabras de consuelo. Y no olvidemos las camillas de hospital, y los tapones para la nariz, y la repostería que sobra, y los secretos susurrados, y las películas de miedo, y, tal vez, alguna que otra novela. Y hay que tener en cuenta que todas estas cosas, los matices, las anomalías, las idioteces que creemos que no son más que complementos en nuestras vidas de hecho están presentes por una causa mucho mayor y más importante. Están para salvarnos la vida. Sé que la idea resulta extraña, pero tambien sé que es la pura verdad. En fín, lo que te quiero decir esque las cosas más insignificantes son las que nos alegran la existencia.