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martes, 15 de febrero de 2011

Como una vela


Cada día se crean quinientas colonias diferentes; un 30% de ellas son marcas de moda, el 55% una imitación barata de cada una de estas, el 10% las crean los chinos, el otro 10% de las creaciones diarias son peor que la polución, y simplemente un 5% son las que valen la pena. Me refiero a aquellas colonias que antes eran dos, y que solo forman una. La mezcla perfecta, aquellas esencias personales que por el aire se unen cuando rozas a otro cuerpo. Aquellas que son difíciles de olvidar después de una tarde a su lado, o cuando vienes de fiesta y tu ropa no huele a alcohol ni a tabaco, ni tu pelo a laca, sino a ese beso que te dejó con ganas de más durante toda la noche. Aquellas que solo se unen en verano y crean diez mil esencias por minuto. Aquellas que no vas a olvidar jamás y te sobresaltas cuando hueles algo parecido.
No me acordaré nunca de una colonia de Nina Ricci, tampoco de Lacoste ni Escada, pero te prometo que recordaré cada día aquella, si, aquella esencia que me marcó y me hizo dormir en los días de oscuridad mientras aún quedaba restos en aquel jersey que un día, él se puso.

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